Vuelve, no para
quedarte. Vuelve, y devuélveme aquello que solía ser sin ti, incluso contigo
aunque no lo merecieras. Dime, donde quedaron todas esas verdades que decidida
estaba en defender cada mañana a falta de compañía. No encuentro qué me
quitaste y vendiste a precio de baratija emocional. Creía
tener más valor. Creía tener más fuerza que las tempestades con las que
acostumbraba a vivir. Y aquí estoy aún. Sin saber quién soy. Tratando de
asimilar el frío entre mi hombro izquierdo y mi pecho. Creyendo saber cómo cada
oportunidad anda ahora en pedazos de todos esos jarrones que rompiste a falta de
más platos. Cómo esas esperanzas se quedaban para destrozarse como simples
daños colaterales en ti. Y para entonces, aquellos torrentes de palabras ya hacían
un hueco al vacío, al vacío de no tener nada que contar. Los cuentos para no
dormir se amontonaban bajo la almohada. En cada amanecer solo el insomnio
articulaba palabra.
Y quizá, haya llovido mucho. Quizá será ese frío suyo que
no me quiere hacer desaparecer. Quizá será la estupidez quien hable de seguir
aún sin componer, con los esquemas rotos y esparcidos por el suelo. Quizá
incluso ahora que las ganas volvieron para querer hablar, sigo queriendo estar
en silencio. Porque quizá el silencio no consigue nada, pero obliga a
permanecer. Y se trata de eso, de permanecer.
Un texto muy intenso, y un blog maravilloso.
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