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No toda la gente errante anda perdida.

miércoles, 12 de febrero de 2014

Y quizá, haya llovido.

Vuelve, no para quedarte. Vuelve, y devuélveme aquello que solía ser sin ti, incluso contigo aunque no lo merecieras. Dime, donde quedaron todas esas verdades que decidida estaba en defender cada mañana a falta de compañía. No encuentro qué me quitaste y vendiste a precio de baratija emocional. Creía tener más valor. Creía tener más fuerza que las tempestades con las que acostumbraba a vivir. Y aquí estoy aún. Sin saber quién soy. Tratando de asimilar el frío entre mi hombro izquierdo y mi pecho. Creyendo saber cómo cada oportunidad anda ahora en pedazos de todos esos jarrones que rompiste a falta de más platos. Cómo esas esperanzas se quedaban para destrozarse como simples daños colaterales en ti. Y para entonces, aquellos torrentes de palabras ya hacían un hueco al vacío, al vacío de no tener nada que contar. Los cuentos para no dormir se amontonaban bajo la almohada. En cada amanecer solo el insomnio articulaba palabra.


Y quizá, haya llovido mucho. Quizá será ese frío suyo que no me quiere hacer desaparecer. Quizá será la estupidez quien hable de seguir aún sin componer, con los esquemas rotos y esparcidos por el suelo. Quizá incluso ahora que las ganas volvieron para querer hablar, sigo queriendo estar en silencio. Porque quizá el silencio no consigue nada, pero obliga a permanecer. Y se trata de eso, de permanecer.
Querer permanecer.

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