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No toda la gente errante anda perdida.

sábado, 28 de diciembre de 2013

Antes de ayer.

Tiempo hace que no escribo sobre ti.
Quizá, de alguien como tú.
Aunque, a veces, se entiende tanto con mi sombra, que poco parecer ser tuyo.
Sus hombros se dejan caer hacia delante cuando anda, debe ser aquel pesar por acopio de orgullo.
Crece por querer rozar las estrellas con la punta de sus larguiruchos dedos, a él nada le importa mi miedo a las alturas.
Sigue en su empeño de guardar aquellas tempestades entre su hombro izquierdo y su pecho, parece gustarle el latir de sus ruidosos silencios.

Entonces, ahí sigo.
Conviviendo con aquellos reproches a mi salir desaliñado.
Con mi temor infantil al hombre del saco.
Ahí, sigo.
Creyendo poder salvarle, a pesar de que la valentía precisamente no me salga por los poros.
Poco vale.
Y mientras, quién va a salvarme a mi.

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