Datos personales

Mi foto
No toda la gente errante anda perdida.

sábado, 28 de enero de 2012

Lo que te hace grande.




Estaban tan acostumbrados a esa relación, que parecía imposible que fuesen capaces de mantener otra. Exactamente no sabría decirte cuándo ni cómo comenzó todo. Ni siquiera por qué no hay metros cúbicos, ni litros para medir todo esto. Ella sabía que si no lo decía podría arrepentirse toda su vida. Pero si lo decía podría empeorarlo todo, o quizás, incluso, perderlo. Y en el caso de que lo dijese, sabría que no habría vuelta atrás. Todo lo que tenían no era mucho. Apenas sabía nada uno del otro. Desconozco cómo es que él tiene todavía un hueco aquí, entre su hombro izquierdo y el pecho. Tampoco sé, como ella sólo cuando está él, puede sentirse como en casa. Entonces dime, ¿qué está haciendo ella sin él? ¿Qué está haciendo él sin ella? Sé que no es la persona perfecta, que nunca es el momento oportuno, que él ni siquiera estaba buscando algo así de complicado. En verdad, nunca vas a estar seguro. No lo sabes nunca con certeza. Pero hay que lanzarse al vacío.
Y ellos por inercia, quizás, se alejan de algo que les da temor, dicen no a lo que más pueden desear, por miedo a que les vuelvan a decepcionar. Saben que si dicen que sí, es como arriesgarse a lo desconocido, arriesgarse a sufrir, a que la confianza sea el centro de todo. Al parecer era simple miedo a arriesgarse. Tonterías. Estoy totalmente convencida de que lo suyo pondría color a la misma noche. Podría ser uno de esos rayos de sol en medio de tanto frío, algo que salva, que quema por dentro. Sé que en cuanto posas su mirada en ella, su corazón siempre la traiciona, sus latidos se vuelven rápidos y frenéticos. Sé que ella tiene miedo de que puedas oírlo y te des cuenta de todo lo que significas para ella.
No te preocupes, sé que a pesar de todo ella está dispuesta a hacer lo que sea para que todo vaya bien. Porque sé que tienes algo. Algo, por lo que merece la pena poner en juego todo lo demás. Y porque estoy totalmente convencida de que nada de esto tendría sentido si ella no lo hiciera a tu lado.

domingo, 22 de enero de 2012

Días raros.



No te negará que hace unos días deseó que bajo sus pies se abriera un gran agujero en la tierra que la tragara. Es inútil. Ya sabes que más de una vez en la semana deseó desaparecer. Dicen que existir fue demasiado para ella. Que al parecer ya no era capaz de comerse el mundo, sino que era él quien se la estaba zapando a trocitos. Pensabas que era imposible que ella, para la que no existían días nublados, ahora sin querer se tiñesen grises. Cuentan que esas baratijas emocionales le costaron bastante caro. Que todo le resultaba demasiado pequeño y mediocre. Y qué podía hacer ella si seguía sin encontrar el final del pozo. Tarde. Era demasiado tarde. Ya estaba perdida en pleno huracán. La ola de ese gran tsunami la había tragado. Y ella sin saber nadar. Quien iba a decir que acabaría ahogándose entre un par de absurdas preocupaciones y problemas con solución. Joder. Ella. Que era tan sumamente grande. Siempre una insensata. Construyendo su vida con arena en la orilla del mar y temiendo no tener suficiente. Ahora, en cambio, parecía estar atrapada entre arenas movedizas. Nadie sabe que ocurrió. Nadie sabe por qué ni siquiera luchaba por escapar. Dicen que ya no tenía nada a lo que aferrarse. Y qué podía hacer ella más que dejarse llevar. No tenía ningún sentido. Ya solo era la sombra de lo que un día fue. Al parecer había guardado para ella demasiados daños. Demasiados males. Y sin quererlo, quizás cansada de no dejar de jugar a perder, se le ocurrió volver. Y quién sabe en verdad por qué razón hoy sólo quiere el mundo a sus pies. Cuentan que ya se decidió a hacer las paces consigo misma. Que volvió a escucharse por primera vez desde hace tiempo. Que ya no esperaba ni mucho, ni tanto, simplemente esperaba. Esperaba porque sabía que no había nada que de verdad hubiese valido la pena que, a veces, no hubiese dolido. Y cuando llegó el día. Ella, siempre dispuesta a recibirlo, no se quejó. No sé por qué no, pero según dicen por ahí, al parecer, lo bueno se hace esperar.

P.D.: Hi AMORES (: Bueno antes de nada SORRY! por no haber publicado antes, pero han sido días malos. Pero ya estoy bien! Y recordando lo que alguien me dijo uno vez, de que para escribir bien, había que escribir sobre lo que uno conocía, pues he decido coger fuerzas para contaros algo sobre esos días raros. Y también para deciros que esos días tan raros no son infinitos! Tranquilos, que terminan sólo cuando tú quieras, aunque no lo creas! Ya sean RAROS porque te sientas sola, cansada, agobiada o por cualquier cosa que no ha salido como tú esperabas. Recuerda, sólo respira, párate a pensar que no te gusta, hartate de llorar si lo necesitas, que note de vergüenza! que no es nada malo llorar de vez en cuando! Y después de saber que es lo que te disgusta tanto como para hacer de días normales, días raros. Cámbialo. Sí, sé que parece imposible. Pero créeme, si yo puedo, por qué tú no? Además no estás sola. Todos tenemos un ángel de la guarda (:
P.D.: Gracias a todos aquellos que habéis estado tan preocupados. Es imposible no quereros tantísimo (:
P.D.: Anastasia, no tienes por qué sentirte sola. Recuerda, no estás sola. Esta gran desconocida y tu ángel de la guarda estamos aquí (:

domingo, 15 de enero de 2012

Grenade. I Parte.













Una de las partes más difíciles de mi vida fue decidir entre dejar pasar o volver a intentarlo. Dicen que experiencia es lo que tienes cuando no obtienes lo que quieres. Puta experiencia. Y yo que creí que nunca aparecerías. Después de tanto, vienes. Arrollándolo todo con tus pasos de gigante. Destruyendo todo eso que tanto me costó construir con tus enormes olas de tsunami. Volando lo poco que quedaba con la fuerza del viento de tu huracán. Quemando hasta dejar quemaduras de tercer grado con tus odiosas lecciones que aprender, tus hechos para afrontar y esas ideas tan empeñadas en ser demostradas. Créeme, no te necesitaba. Me había acostumbrado a ignorar lo que no me gustaba para evitar hacerme daño. Pero no. La Señorita Experiencia tenía que meter las narices en el asunto estropeando cada una de las mentiras y autoengaños que asimilé sin rechistar. Que sí, que lo sabía. Que yo podría ser exactamente lo que él no se merecía. Que él era tan absurdo como para valorar las cosas no en su momento, sino cuando quizás fue demasiado tarde. Y que sí. Que entonces cuando pensaba “ya no puedo más”, volvía diciendo “ahora o nunca”. Lo admito. Nunca me harté de tropezar con la misma piedra. Ya sabía cómo debía caer. No había por qué sortearla. Pero, no. Te molestaba tanto tener que coserme los pantalones una y otra, y otra vez después de romperlos con cada caída que tuviste que meter las manazas, sacudiendo la tierra hasta el 9 en la escala de Richter para mover la puta piedra. Mi piedra. Y ahora qué. Dime con qué realidad equivocada me voy enfrentar por las mañanas si no tengo piedra. Según tú, no existía mayor fracaso que el haber dejado de luchar por algo que podías conseguir. Y si yo misma podía coger la piedra, aunque pesase 26 kilos, y guardármela en el bolsillo izquierdo de la chaqueta, para qué narices mueves la piedra. No te entiendo. Deja ya de decir esas mismas cosas tan contradictorias y estúpidas. No les encuentro ningún sentido. Porque si tratabas de volverme loca, no hacía falta, con él ya tenía yo para una locura extrema e infinita. Ya sabes, el chico era algo bipolar y un tanto caprichoso. Y no sé si es que yo era muy tonta, o él demasiado complicado como para entenderle.

sábado, 7 de enero de 2012

Yo, me, mi, SINTIGO.


Tengo mucho miedo, muchísimo. Porque a partir de ahora todo puede cambiar, y puede cambiar a peor. ¿A mejor? Hay una remota posibilidad, pero lo dudo. Porque ¿sabes? gasté tanta esperanza por el camino, que mi fe en ti quedó demasiado desgastada para poder seguir. Aún así, inexplicablemente, no quiero que esas sonrisas acaben, y al final siempre vuelvo a las mismas andadas, con todas mis pequeñas dudas y contigo, el único que sabe cómo hacerme daño, puede que inconscientemente, o quizás no, pero lo cierto es que cuando pruebas otra vez, cuando intentas comenzar de nuevo, continuas por donde te quedaste, sin cambiar nada. ¿Para qué? No parece hacerte falta. Yo siempre estaré ahí ¿no? Siempre. Hasta ese día en el que me levante tan rota para no poder soportar ver esa misma cicatriz abrirse una vez más. Entonces, acabaré perdiéndome como solía hacer contigo, aunque en esta ocasión en mí misma, y no seré capaz de encontrarme. Mientras, en cambio, sigo teniendo miedo, no a perderme, sino a perder todo eso que me hace sentir bien, incluido tú. Irónico ¿verdad?