Mejor sería que todo aquello que quisieras cupiera en un
puño. Que en un simple amago de fuerza pudieras hacerlo añicos para que la
gravedad lo arrastrase. Lejos, tanto como fuera posible. Si es tuyo,
volverá, decían. Pero si al volver ya no lo quieres en tu puño, si ya ni
siquiera cabe en él. ¿Qué haces entonces? Si acaso llegó al corazón, ¿cómo
no dejarte destruir? Cuando se expone a juicio moral de aquel público que
se creyó Dios, ¿dónde acabó tu escudo? Hace tiempo que abandonaste aquella
fortaleza, que tu empeño desbarató tu última defensa. Poco queda por hacer.
Proust solía decir: "Allí donde la vida levanta
muros, la inteligencia abre una salida." Por suerte existen los
tontos. Esos que gustan hacer acopio para estar huecos. Ningún necio logra
someter a un buen corazón.
No trates de ganar la batalla. Aspira a vencer en la
guerra, recordando a cada paso el valor que te sostiene.
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