Quizás
aprendas tanto como tanto quieras tener. O puede que, más bien, aprendas tanto
como tanto quieras ser. No sé. Dicen que se puede ser sin estar. Que uno puede
recoger esa nada que nunca se molestó en sembrar. No sé. Sigo sin saber qué
responder. Viejas costumbres que me quedaron de ti. Viejas manías como el estar
poco preparada. Poco preparada para diagnosticar ese impulso tuyo a ser veleta,
digo. O a ser la variable de un vuelo constante hacia ninguna parte, vete tú a
saber.
Es cierto, nunca supe el porqué de ese querer tuyo por aferrarte a la
inconstancia. Falta de implicación, solía decirme. Quizás por eso siento que
aprendí mal eso de permanecer incluso si no estás. Eso del querer permanecer en
la estación de huida por si vuelves. Esa misma estación donde andas eternamente
de un vagón a otro llevándote contigo las ganas de llegar. Y para qué mentir,
hay manías que no deberían cambiar nunca, porque más que manías son
tradiciones. Quizá debiera hacer de tus silencios también una tradición. Tal
vez así pueda quitarme estas ganas de estrangularte con palabras. Y por qué no,
tal vez así tú puedas evitar atragantarte con ellas cuando estas quieran llegar
de golpe para hacerte permanecer.