Una de las
partes más difíciles de mi vida fue decidir entre dejar pasar o volver a
intentarlo. Dicen que experiencia es lo que tienes cuando no obtienes lo que
quieres. Puta experiencia. Y yo que creí que nunca aparecerías. Después de
tanto, vienes. Arrollándolo todo con tus pasos de gigante. Destruyendo todo eso
que tanto me costó construir con tus enormes olas de tsunami. Volando lo poco
que quedaba con la fuerza del viento de tu huracán. Quemando hasta dejar
quemaduras de tercer grado con tus odiosas lecciones que aprender, tus hechos
para afrontar y esas ideas tan empeñadas en ser demostradas. Créeme, no te
necesitaba. Me había acostumbrado a ignorar lo que no me gustaba para evitar
hacerme daño. Pero no. La Señorita Experiencia tenía que meter las narices en
el asunto estropeando cada una de las mentiras y autoengaños que asimilé sin
rechistar. Que sí, que lo sabía. Que yo podría ser exactamente lo que él no se
merecía. Que él era tan absurdo como para valorar las cosas no en su momento,
sino cuando quizás fue demasiado tarde. Y que sí. Que entonces cuando pensaba
“ya no puedo más”, volvía diciendo “ahora o nunca”. Lo admito. Nunca me harté
de tropezar con la misma piedra. Ya sabía cómo debía caer. No había por qué
sortearla. Pero, no. Te molestaba tanto tener que coserme los pantalones una y
otra, y otra vez después de romperlos con cada caída que tuviste que meter las
manazas, sacudiendo la tierra hasta el 9 en la escala de Richter para mover la
puta piedra. Mi piedra. Y ahora qué. Dime con qué realidad equivocada me voy
enfrentar por las mañanas si no tengo piedra. Según tú, no existía mayor
fracaso que el haber dejado de luchar por algo que podías conseguir. Y si yo
misma podía coger la piedra, aunque pesase 26 kilos, y guardármela en el
bolsillo izquierdo de la chaqueta, para qué narices mueves la piedra. No te
entiendo. Deja ya de decir esas mismas cosas tan contradictorias y estúpidas.
No les encuentro ningún sentido. Porque si tratabas de volverme loca, no hacía
falta, con él ya tenía yo para una locura extrema e infinita. Ya sabes, el
chico era algo bipolar y un tanto caprichoso. Y no sé si es que yo era muy
tonta, o él demasiado complicado como para entenderle.
muy buena reflexión! :P m encanta! cmo siempre!! =)
ResponderEliminaresto lo he leido yo en otra parte eh? xDDD aver la parte dos *-* xDDDD
ResponderEliminar(K)
Sophi! Muchas gracias, cari! Me alegra q te guste LINDA(;
ResponderEliminarLeoo ^^ si? Pues no me acuerdo yo bien donde lo pude haber puesto (; Gracias cari (: (K)
Te voy a confesar algo, nunca había entrado a tu blog para leer algo detenidamente, hasta ahora... Y debo decir que cometí un gran error, ¡escribís realmente muy bien! Creo que desde ahora voy a empezar a pasar muchísimo más seguido por acá. Gracias por tu comentario, supongo que no estoy sola, me siento así y eso es lo peor. Gracias, de verdad ((: Besotes.
ResponderEliminarGracias a TI por pasar ^^ Y bueno todos tenemos malas rachas, pero con un porqito de esfuerzo se pasan pronto (: Ánimo, chica! Q tú vales mucho! (;
ResponderEliminar(K)
Wow! He echado un vistazo por el blog, escribes realmente bien,pero esta es la entrada que más me ha gustado.
ResponderEliminarA veces es malo que nos guste tropezar con la misma piedra una y otra vez, créeme, te lo digo por experiencia jejej
Besos desde:
http://descubriendodiamantes.blogspot.com.es/