Estaban
tan acostumbrados a esa relación, que parecía imposible que fuesen capaces de
mantener otra. Exactamente no sabría decirte cuándo ni cómo comenzó todo. Ni
siquiera por qué no hay metros cúbicos, ni litros para medir todo esto. Ella
sabía que si no lo decía podría arrepentirse toda su vida. Pero si lo decía
podría empeorarlo todo, o quizás, incluso, perderlo. Y en el caso de que lo
dijese, sabría que no habría vuelta atrás. Todo lo que tenían no era mucho.
Apenas sabía nada uno del otro. Desconozco cómo es que él tiene todavía un
hueco aquí, entre su hombro izquierdo y el pecho. Tampoco sé, como ella sólo
cuando está él, puede sentirse como en casa. Entonces dime, ¿qué está haciendo
ella sin él? ¿Qué está haciendo él sin ella? Sé que no es la persona perfecta,
que nunca es el momento oportuno, que él ni siquiera estaba buscando algo así
de complicado. En verdad, nunca vas a estar seguro. No lo sabes nunca con
certeza. Pero hay que lanzarse al vacío.
Y ellos por inercia, quizás, se alejan
de algo que les da temor, dicen no a lo que más pueden desear, por miedo a que
les vuelvan a decepcionar. Saben que si dicen que sí, es como arriesgarse a lo
desconocido, arriesgarse a sufrir, a que la confianza sea el centro de todo. Al
parecer era simple miedo a arriesgarse. Tonterías. Estoy totalmente convencida
de que lo suyo pondría color a la misma noche. Podría ser uno de esos rayos de
sol en medio de tanto frío, algo que salva, que quema por dentro. Sé que en
cuanto posas su mirada en ella, su corazón siempre la traiciona, sus latidos se
vuelven rápidos y frenéticos. Sé que ella tiene miedo de que puedas oírlo y te
des cuenta de todo lo que significas para ella.